De un espectáculo de Marcelo Guardiola y Giorgia Marchiori se sale con la
mente abierta y el corazón triturado. La extraordinaria sensibilidad y el
talento de los dos artistas les permite llegar directo a la raíz de la questión
y al corazón del espectador, a través de una pureza de estilos fruto de
un trabajo riguroso e informado que se concretiza en geometrías precisas
y esenciales. Marcelo director libera el campo de virtuosismos y de inútiles
adornos en favor de la verdad, no nos estupidiza sacando el conejo de la galera,
sino dando en el blanco al primer golpe ya desde los primeros instantes
de la puesta en escena por medio de un lenguaje franco y directo que nos
muestra la única verdad posible, la cruda realidad. El espectador se encuentra
enseguida allí, en la situación, y a Marcelo no le queda otra cosa que acompañarlo
paso a paso como Virgilio con Dante, haciendolo ver solo aquello que se
debe ver, iluminando solo el próximo paso, porque el resto no cuenta, no
son permitidas distracciones quando se camina sobre un sendero angosto y
peligroso que nos conduce directamente al íntimo de las cosas, al interno
de nosotros mismos. Pero la luz no le sirve solo para indicar que cosa mirar,
para iluminar la escena, sino como dice el mismo: la luz es de escena, "luz
escenográfica", es objeto y significado, es pincel para pintar, para crear
espacios a través de una utilización caravaggiesca del claroscuro,
que captura, que rompe, que desgarra la distancia entre los actores y los
espectadores; la luz justa, aquella que sirve, porque quando no es justa
en vez de revelar esconde ; para meter en luz ciertos «ángulos oscuros del
pensamiento» se necesita isolarlos, redibujarlos. Los actores se mueven en
el espacio escénico según geometrías bién precisas, siempre para diseñar
la escena, para no contaminarla, para no agregar significado a la escrupolosa
"medida"; de nuevo la limpieza, también de los movimientos, la esencialidad
para ser directos, precisos, también las expresiones reducidas al mínimo,
a tal punto de ser una máscara en vez de un rostro, como en la "Comedia del
Arte": llevar una máscara para tener una sola, aquella que sirve, porque
todo en la obra del Maestro Guardiola esta al servicio de la obra en su conjunto.
Para hacer esto se necesita rigor, disciplina, entrenamiento y una búsqueda
constante, incesante y fatigosa, desde el primer ensayo y todavía antes,
desde la dramaturgía; y ahí se encuentran ellos, Marcelo Guardiola y Giorgia
Marchiori, ella también actriz, bailarina y dramaturga de los espectáculos,
únicos en poder poner en escena sus obras; dos artistas con la precisión
de los mimos, la gracia y el porte de los bailarines y la extracotidianidad de
las marionetas, para decir con el cuerpo lo que no esta permitido decir con
palabras, en una armonía con el todo, fruto de un trabajo cotidiano,
en un camino de investigación y experimentación largo una vida.
Con afecto, Carlo D'Andreis.